¿Andrés Aráuz puede ganar en primera vuelta?

Autor: Javier Rodríguez (@mjavierrod)

Apesar de los temores (o esperanzas) promovidos por algunos equipos de campaña y algunas encuestadoras, hay razones para pensar que Andrés Arauz está lejos de ganar en primera vuelta en las próximas elecciones. Dicho más precisamente, el camino a la victoria en primera vuelta parece difícil a la luz de algunos obstáculos que le mantienen estancado –en primer lugar, pero sin crecer lo suficiente.

Primero, Arauz propone regresar al pasado al que algunos correístas no quieren volver. La propuesta del binomio Arauz-Rabascall consiste, en resumen, en recuperar el rumbo del gobierno de Rafael Correa que Lenín Moreno abandonó. El mensaje es claro: no propone cambio y nada es (necesariamente) nuevo; es volver a lo que había y que se desmanteló en los últimos tres años.

El problema de una campaña centrada en ese mensaje es que, al final de la administración de Correa, hasta los correístas estaban inconformes con el estado de la economía.

Como resalta un reciente informe del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), citando a un informe de SENPLADES, efectivamente, varios indicadores socioeconómicos mejoraron considerablemente en el período 2005-2016. (La discusión de cuánto de eso es efecto causal identificable de las políticas de la revolución ciudadana versus determinantes externas que favorecieron a toda la región, independientemente de quién estuvo al mando, y cuáles fueron los mecanismos, queda para otro día). El punto es que varios indicadores vieron una mejora muy notable en el período.

Pero, como se sabe bien, la evaluación de los individuos de la economía, lejos de ser una valoración “objetiva”, guarda casi siempre relación con la simpatía que tienen por el gobierno. Esto es precisamente lo que se observa al ver datos de opinión pública en el Ecuador desde 2008.

A lo largo del período, los correístas han tenido siempre opiniones más favorables sobre la economía que los anti-correístas, pero lo más notable es que la dirección de la tendencia cambió en 2016. A partir de 2016 (cuando los encuestados respondían retrospectivamente acerca de sus percepciones del año anterior), los correístas también consideran que la situación está peor que antes, y su valoración tiende a coincidir con la de sus contrarios.

Lo mismo se observa en la percepción de correístas y anti-correístas sobre la economía personal y sobre la situación económica de su familia.

Es decir, a pesar de la mejoría real (si se compara con el período anterior a Correa, en medida de lo que los indicadores oficiales permiten ver), los años finales del gobierno de Correa –cuando el precio de petróleo era comparativamente más bajo, hubo reducciones en el empleo en el sector público y algunos recortes en algunas áreas del presupuesto– la percepción ciudadana era que las cosas estaban peor que antes. Arauz está en el dilema de que abandera la promesa de volver al pasado, pero parte de sus potenciales electores estaban inconformes con ese pasado.

Segundo, el apoyo mayoritario por el correísmo ha disminuido considerablemente en varios territorios determinantes. Así como hasta ahora Lasso no ha podido conquistar el voto mayoritario de los cantones de cuatro de las cinco provincias que contribuyen con más votos, la otra cara de la moneda de la misma matemática electoral es que el correísmo tiene un voto considerablemente mermado en sus bastiones electorales.

En las últimas elecciones presidenciales, el candidato del correísmo recibió ciertamente apoyo considerable en Azuay, Los Ríos y, especialmente, Manabí. Pero al mismo tiempo el apoyo disminuyó en varios lugares importantes, particularmente en Guayas y Pichincha. (Las cinco provincias mencionadas representan más del 60% de los votos; Guayas y Pichincha son las provincias con más electores y son aquellas donde más retrocedió el correísmo en 2017).

Con este “punto de partida natural”, la especulación de que Arauz puede ganar en primera vuelta se convierte en una pregunta, todavía especulativa, pero más manejable. ¿Hay razones para pensar que el apoyo por el correísmo haya disminuido todavía más en todos estos territorios? Probablemente sí. ¿Hay razones para pensar que los votos le van a alcanzar para vencer en primera vuelta? Probablemente no. Y esto conecta con el tercer obstáculo.

Tercero, Arauz es el candidato del correísmo, pero no es Correa. Andrés Arauz es, en sus palabras, un “perfecto desconocido”, y a pesar del esfuerzo de framing de su campaña por capitalizar eso mismo, Andrés Arauz es un perfecto desconocido. (Una encuesta reciente del CELAG dice que el binomio Arauz-Rabascall es poco conocido y que la intención del voto por éste se debe “a la buena imagen que la gente tiene de Rafael Correa”). ¿Hay alguna evidencia del rendimiento que puede tener un candidato ungido por Correa que no sea él mismo? Es posible.

La experiencia dice que no se debe comparar elecciones locales con elecciones presidenciales: los resultados de unas no siempre corresponden con las otras, los temas de interés local son distintos del debate nacional, en las elecciones locales influye la alquimia de las alianzas, etc. Pero la participación de Fuerza Compromiso Social en las seccionales de 2019 presenta un caso sui generis.

En las elecciones seccionales de 2019, Fuerza Compromiso Social fue el vehículo del correísmo. La señal fue explícita y el auspicio a algunos de los candidatos por parte de Correa no deja lugar a dudas. FCS además no pactó ninguna alianza con ninguna otra fuerza política en ninguno de los territorios en los que participó. ¿Cómo se desempeñaron los candidatos correístas en las elecciones seccionales?

Fuerza Compromiso Social presentó candidatos a alcaldes en 50 cantones y no alcanzó ninguna victoria. Su mejor desempeño fue en Durán, Guayas (segundo lugar con 24%), Sigsig, Azuay (tercer lugar con 21%), Pedernales, Manabí (segundo lugar con 20%), Cotacahi, Imbabura (tercer lugar con 19%), y Quito, Pichincha (segundo lugar con 18%). Los candidatos del resto de cantones alcanzaron porcentajes menores (en promedio, los candidatos de FCS obtuvieron 9% de los votos de los cantones donde participaron).

Las dos notables victorias fueron las prefecturas de Manabí y Pichincha. En los cantones de Manabí, en promedio, Leonardo Orlando obtuvo el 26% de los votos válidos y se convirtió en el prefecto de la provincia. Confirmando lo que mostraron los resultados de 2017, el bastión más importante del correísmo es ahora Manabí. En los cantones de Pichincha, en promedio, Paola Pabón obtuvo el 17% de los votos y se convirtió en la prefecta de la provincia (en Quito obtuvo el 23%). Ni Orlando ni Pabón eran perfectos desconocidos antes de ser candidatos.

Así, los resultados más recientes alcanzados por los candidatos auspiciados por Correa muestran que el voto fuerte del correísmo está en Manabí y algunos territorios específicos en Azuay, Guayas y Los Ríos. Además, el llamado “voto duro” está alrededor del 20-25%, pero es absolutamente razonable pensar que sea menor a eso debido al “desgaste natural” o a las debilidades de Arauz como candidato. La distancia al umbral de la victoria en primera vuelta es amplia. Además, es claro que Correa necesita promover la campaña de su candidato más que el candidato mismo. (No sé si se ha hecho, pero sería interesante saber cuánto tiempo al aire ha tenido hasta ahora Arauz y cuánto tiempo ha tenido Correa en la campaña de Arauz).

En fin, más allá de sus virtudes y defectos como individuo, con estos obstáculos en el camino es difícil creer que el candidato correísta va camino a ganar en primera vuelta.

Las encuestas recientes merecen un comentario. La encuesta más reciente de Clima Social confirma el argumento de este post (“Arauz está estancado”): Arauz tiene 23% de intención del voto, igual a la medición de noviembre, y apenas superior a la medición de octubre. Los números de Omar Maluk son internamente inconsistentes (y su explicación al respecto no es convincente). Por último, la encuesta del CELAG presentada en vivo coloca a Arauz en primer lugar con el 28% (lo cual es absolutamente posible!) y así estaría dentro del margen de lo consistente con mi argumento. Me parece además que no es adecuado presentar el porcentaje de 36% como proyección directa sobre los votos válidos, tal como aparece en la versión publicada.

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