Andrés Aráuz y su Desdolarización Amigable

El candidato correísta ha bloqueado el acceso para poder leer su artículo donde habla de la desdolarización, así que, para quienes no pueden acceder a ese artículo, aquí lo transcribimos totalmente para que lo puedan analizar.

«DESDOLARIZACIÓN MALA Y DESDOLARIZACIÓN BUENA

20 abril, 2020 Andrés Arauz

Ya no existe el tabú. Ya los medios de comunicación están hablando abiertamente de la desdolarización. También los analistas económicos. Incluso, fue materia de discusión en una Comisión de la Asamblea Nacional. Y son apenas tres meses desde que se organizaron foros de celebración y aniversario de los veinte años de dolarización.

El principal antecedente de esta reflexión es el artículo que escribimos hace casi un año: «Cuatro riesgos contra la dolarización en el acuerdo con el FMI (https://dolarizacion.ec/2019/05/19/cuatro-riesgos-contrala-dolarizacion-en-el-acuerdo-con-el-fmi/)». En este artículo, conscientes de que habrían muchos detalles por resolver y muchas alternativas posibles, reflexionamos sobre las distintas formas desdolarización. Las hemos agrupado en dos grandes categorías de fácil entendimiento: desdolarización mala y desdolarización buena.

Desdolarización mala

La desdolarización mala tiene dos objetivos: la fuga de capitales y la devaluación del salario.

La fuga de capitales es lo que banqueros llaman libre movilidad de capitales o lo que la Ley Trole 1 del año 2000 llamaba «libre transferibilidad de divisas al exterior». Es decir, plantean que la dolarización se mantenga fuera del Ecuador, para los excedentes de los capitalistas que se manejan en un sistema de pagos paralelo en Panamá, en Miami y en Nueva York. Las ganancias de los grandes capitalistas se lo guardan en el exterior, en dólares.

La devaluación del salario es el insistente pedido de «competitividad» plasmado en los acuerdos con el FMI y en la reciente muletilla de moda que la «realidad superó la legalidad» en alusión a la necesidad de romper los derechos laborales. Conscientes de que la ciudadanía, y la Constitución, es celosa con la no regresión de los derechos laborales, apelan al único instrumento remanente que les permitiría disminuir los sueldos: la devaluación de la moneda.

El FMI hablaba de una sobrevaloración salarial del 37%. En términos gruesos, buscarían que la nueva moneda reduzca el poder adquisitivo del trabajador. Que el salario real pase de 400 dólares a 250 dólares. La nueva moneda sufriría una devaluación inmediata, valdría el 60%. Pero las ganancias de las élites seguirían siendo en dólares, refugiadas en sus cuentas offshore en el exterior.

Una desdolarización mala comenzaría por pagar en la nueva moneda a los trabajadores del sector público, para los cuales no se priorizó la liquidez en la caja fiscal.

¿Cómo instrumentar una desdolarización mala? Imposible pensar que la ley para una desdolarización mala pueda pasar por la actual correlación en la Asamblea Nacional. Se vuelve indispensable para el poder de las élites legislar vía decreto (clausurar la Asamblea). Pareciera que las leyes humanitaria y de finanzas públicas son distractores o instrumentos de chantaje mientras se fragua la verdadera intención: la desdolarización mala.

Desdolarización buena

La desdolarización buena buscaría: más medios de pago y encarecimiento de las importaciones.

La desdolarización buena no cambiaría la moneda, más bien añadiría formas distintas de dinero. Más medios de pagos quiere decir más liquidez -en dólares- dentro del país. Implica transitar hacia el uso de medios de pago nacionales para transacciones nacionales, inclusión financiera con títulos valores desmaterializados con transaccionalidad atomizada (por celular), multiplicación de liquidez interna – incluyendo por parte del banco central- y generalizar el uso de cámaras de compensación territoriales y sectoriales. En ningún caso implica reducir la remuneración ni la capacidad adquisitiva de los trabajadores, excepto en bienes importados.

La desdolarización buena enfocaría el poder del estado en los controles a la salida de divisas: el famoso «timbre cambiario». Para poder sacar dinero del país, los importadores o quienes quieran fugar capitales al exterior o a paraísos fiscales offshore deberán adquirir el derecho de sacar el dinero del País. Ese derecho es transable y tiene un cupo fijo, pero ajustable, concedido por el estado. El cupo es vendido por el banco central. En los hechos, esto desdolarizaría la salida de divisas de los ricos y de los importadores. Según los cálculos realizados, el cupo de salida de divisas podría comenzar costando 27 centavos por cada dólar. Es como que el Impuesto a la Salida de Divisas sea del 27%, pero además, con cupo limitado. A este cupo se le podría apodar con un nombre, el de la nueva «moneda».

La implementación de un esquema así no requiere de legislación adicional, y en caso de que así se lo requiera, podría ser legislación que sí cuente con apoyo del actual legislativo. Se requeriría un gobierno alineado a los sectores populares y no a las élites transnacionalizadas y offshore-izadas.

Anexo estadístico

Las cifras más actuales muestran que la salida de divisas del sector privado sumó $28418 millones en 2019, su contribución neta a las reservas internacionales fue negativa en $2105 millones, y el total de activos en el exterior del sector privado suma $27000 millones (diez veces más que las reservas internacionales oficiales).

En primer lugar, es deseable que la contribución neta sea al menos igual a cero. Por lo tanto, una primera meta debería reducir en 10% la salida bruta de divisas privadas. Pero además, debería ser una vergüenza que las reservas oficiales sean 10 veces menos que los activos en el exterior del sector privado. Un monto tolerable sería una cantidad equivalente. Por lo tanto, una segunda meta plantearía repatriar $12 mil millones del sector privado para que las reservas oficiales aumenten a $15 mil millones y los activos privados en el exterior bajen a $15 mil millones. Para que esta repatriación sea viable, el esfuerzo debería estirarse a cuatro años. Esto implica una meta neta de $3 mil millones anuales.

Asumo que la entrada de divisas privadas caerá por la parálisis planetaria en un 30% de $26658 millones a $18668 millones. Asumiendo una caída de similar magnitud en la salida bruta de divisas autónoma a $19893 millones.

Esto implicaría un déficit autónomo de $1225 millones. Más la meta de repatriación de $3 mil millones, se establecería una restricción de $4225 millones en el año 2020. El cupo disponible para salida de divisas debería ser de $15668 millones. Frente a una demanda autónoma de $19893 millones, el cupo de salida de divisas costaría 27% más que la salida misma. El timbre cambiario podría comenzar cotizando a 27 centavos de dólar.»

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